jueves, 3 de octubre de 2019

We're born in the moonlight
Ain't a fantasy
Can't breathe in the sunlight
Gotta hide your heart
We're born to be sad sad sad sad
So start to be glad glad glad glad
C'mon y'all moonchild, moonchild
That's supposed to be
Yeah all the pain, all the sorrow
That's your destiny, see
You know my life is like this
We gotta dance in the rain
Dance in the pain
Even though we crashed now
We gonna dance in the plane
我們比任何人都需要夜晚的景色
不是任何人 只有你能撫慰我
很熟悉 the savages
But don't you tell yourself
Moonchild you shine
When you rises, it's your time
C'mon yo
Moonchild don't cry
When moon rises, it's your time
C'mon yo
Moonchild you shine
When moon rises, it's your time
即使離開 也絕對從不曾離開
喊著想死的你 卻又這麼認真地活了下來
喊著想甩開這一切 但又繫上了另一段牽連
就連別去想這樣的想法都是想法不是嗎 you know
其實我們的命運就是如此 you

sábado, 28 de septiembre de 2019

Marina



Foto: Raquel G. Arratia (Saint-Lo)


viernes, 20 de septiembre de 2019

Miedo





Foto: RM Mono Forever rain (Mixtape Rap Monster)


[…] el miedo es un enemigo íntimo con quien compartimos la existencia. Un miedo irracional, obsesivo, neurótico, que en realidad se origina en los verdaderos terrores del vivir, pero que nosotros colocamos en otro lado. Porque es cierto que la vida es frágil; que en cualquier momento puede ocurrirte una desgracia; que no controlamos nuestra realidad aunque creamos que sí; que al final nos morimos. Pero, cuando nos muerde el miedo, no suele ser por estos motivos de sobrado peso, sino por locuritas. Miedo a quedar mal. A que no te quieran. A hacer el ridículo. Miedo a que se demuestre que no vales lo suficiente, que no sabes, que no sirves, que eres una impostora (ay, el estúpido síndrome del impostor, padecido mayoritariamente por mujeres). Miedo a que te odien, exacerbado por la ponzoña de las redes. Pero también: a que te despidan, a que tu pareja te abandone, a que tu hijo se drogue. Y sí, resulta que a veces te despiden, y tu pareja de teja, y a tu hijo le suceden malas cosas. Pero lo enfermizo es temer todo esto mucho antes de que suceda, incluso cuando ni siquiera hay indicios de que pueda ocurrir. ¿Por qué destrozar nuestro presente feliz por el miedo a un futuro incierto? Miro hoy hacia atrás y me doy cuenta de que esos soponcios silenciosos forman parte de la vida de muchos. De que, para bastantes personas, vivir es ir cayendo de cuando en cuando en esos pozos. Susto, ansiedad, temor irrefrenable y repentina inquietud ante el futuro. Quieres esconderte, rendirte, pero, al fin, qué maravilla, no lo haces. Lo dice la sabiduría popular: un valiente no es quien no tiene miedo, sino quien lo supera. De manera que, mis queridos amigos cobardes, los que convivimos cotidianamente con el miedo somos sin lugar a dudas los más valerosos.

Rosa Montero (El País Semanal) 30 de junio de 2019

lunes, 16 de septiembre de 2019

El tiempo no nos hace más sabios

 
Foto: Raquel G. Arratia (Saint-Lo)
[...]

La Barcelona de mi juventud ya no existe. Sus calles y su luz se han marchado para siempre y ya sólo viven en el recuerdo. Quince años después regresé a la ciudad y recorrí los escenarios que ya creía desterrados de mi memoria. Supe que el caserón de Sarriá fue derribado. Las calles que lo rodeaban forman ahora parte de una autovía por la que, dicen, corre el progreso. El viejo cementerio sigue allí, supongo, perdido en la niebla. Me senté en aquel banco de la plaza que tantas veces había compartido con Marina. Distinguí a lo lejos la silueta de mi antiguo colegio, pero no me atreví a acercarme a él. Algo me decía que, si lo hacía, mi juventud se evaporaría para siempre. El tiempo no nos hace más sabios, sólo más cobardes.

Durante años he huido sin saber de qué. Creí que, si corría más que el horizonte, las sombras del pasado se apartarían de mi camino. Creí que, si ponía suficiente distancia, las voces de mi mente se acallarían para siempre. Volví por fin a aquella playa secreta frente el Mediterráneo. La ermita de Sant Elm se alzaba a lo lejos, siempre vigilante. Encontré el viejo Tucker de mi amigo Germán. Curiosamente, sigue allí, en su destino final entre los pinos.

Bajé a la orilla y me senté en la arena, donde años atrás había esparcido las cenizas de Marina. La misma luz de aquel día encendió el cielo y sentí su presencia, intensa. Comprendí que ya no podía ni quería huir más. Había vuelto a casa.

En sus últimos días prometí a Marina que, si ella no podía hacerlo, yo acabaría esta historia. Aquel libro en blanco que le regalé me ha acompañado todos estos años. Sus palabras serán las mías. No sé si sabré hacer justicia a mi promesa. A veces dudo de mi memoria y me pregunto si únicamente seré capaz de recordar lo que nunca sucedió.

Marina, te llevaste todas las respuestas contigo.

Carlos Ruiz Zafón "Marina"