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No conocía tortura más atroz que salir de compras, ni milagro más auténtico que una falda de su talla, tan sólo un par de semanas antes, su madre, una mujer muy hermosa, se había echado a llorar al contemplarla desnuda en el ambiente más hostil -un diminuto probador de El Corte Inglés- mientras ella se embutía a presión en un bañador negro, con aros en el pecho y refuerzos en las caderas, que finalmente habían encontrado en el último rincón de la planta de señoras, ¡PROMOCION ESPECIAL!, TURISMO PARA LA TERCERA EDAD, ANIMESE, MUJER. LA VIDA EMPIEZA AHORA...! Su madre lloraba y ella, el bañador encajado sólo a medias, los tirantes enrollados sobre la cintura y la lengua fuera, por el esfuerzo, la miraba sin entender muy bien lo que pasaba. Pero, mírate bien, hija mía, había escuchado al final, entre sollozos, pero si parece que tienes cuarenta años... [...]
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Almudena Grandes. "Modelos de mujer"
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