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No llevaba en los bolsillos ni un solo centavo, y las dos millas que tenía que recorrer hasta su casa le parecían una enorme distancia. Indudablemente se estaba haciendo viejo. Al cruzar el parque del Domain se sentó súbitamene en un banco. Pensó en su mujer, que le aguardaba impaciente por saber el resultado del combate. Aquello era más duro que cualquier knock-out, algo casi imposible de arrastrar.
Se sentía débil y agotado, y el dolor que le causaban los nudillos le decía que incluso si podía encontrar un trabajo, tardaría al menos una semana en poder empuñar un pico o una pala. Las palpitaciones del hambre en el estómago le provocaban náuseas. Estaba exhausto, y a sus ojos acudió una humedad inusitada. Se cubrió el rostro con las manos y, mientras lloraba, recordó aquella noche lejana en que había dejado a Stowsher Bill fuera de combate. ¡Pobre Stowsher Bill! Ahora ccomprendía por qué después del combate había llorado en el vestuario.
Jack London. "Por un bistec"
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